miércoles, 10 de noviembre de 2010

"...tomad sobre vosotros toda mi armadura..."

Obispo Mauro A. Rosell.

Conferencia de Estaca Bahía Blanca Argentina, sesión del Sábado por la Tarde.

Sábado 6 de noviembre de 2010.



Trabajar en un laboratorio de microbiología conlleva riesgos graves, tanto para la salud personal como la de la comunidad. Basta recordar las grandes epidemias producidas por bacterias o virus, como la reciente gripe A, por ejemplo, para darnos cuenta lo vulnerables que somos a estos seres invisibles. Precisamente esa es su cualidad más peligrosa: no se ven a simple vista, por lo que se debe estar atento para prevenir este tipo de enfermedades.
Hace unos años, un trabajador de un laboratorio sufrió un accidente, aparentemente inofensivo, pero que podría haber tenido consecuencias trágicas. La mascota de la familia enfermó de repente y murió, y días después uno de sus hijos comenzó con síntomas que los médicos asociaron con tuberculosis. Este trabajador había sufrido un tiempo atrás un derrame accidental de material contaminado con Mycobacterium tuberculosis, la bacteria que provoca esta enfermedad. Parte del material derramado había salpicado uno de sus zapatos, y es mancha pasó desapercibida para él y para los demás operarios del laboratorio. Al llegar a su casa, su perro como de costumbre, lo recibió con alegría, lamiendo sus zapatos. De esa manera, el animal adquirió la enfermedad, que posteriormente contagió al niño que pasaba horas jugando con él. Gracias a los avances en terapias antibióticas, la tuberculosis dejó de ser la epidemia mortal que era hace unas décadas atrás, y esto, junto con la rápida respuesta médica, salvó la vida del pequeñito.
Sin duda alguna, ninguno de nosotros dejaría entrar a nuestros hogares algo que fuera perjudicial para nosotros o nuestras familias. Aún así, es muy difícil evitar que nuestros hijos o nosotros mismos estemos expuestos a peligros invisibles, ya que los microorganismos esperan en casi cualquier sitio: en las escuelas, transportes, plazas, y aún en nuestros propios hogares.
De manera similar, existen peligros ocultos para la salud espiritual de las personas, cuyo efecto a largo largo plazo es mucho más perjudicial ya que implican nuestro bienestar eterno. El contraer algunas de estas enfermedades espirituales pone en peligro nuestra relación con Dios, y la posibilidad de vivir eternamente con Él.
La edad actual es una de búsqueda de placeres”, escribió el Élder James E. Talmage, “y los hombres están perdiendo el equilibrio mental en su carrera desenfrenada hacia las sensaciones que no hacen más que excitar y desilusionar. En estos tiempos de falsificaciones, adulteraciones y viles imitaciones, el diablo está más ocupado que en cualquier otra época de la historia humana, inventando placeres, viejos así como nuevos; éstos son los que pone en venta de la manera más atractiva, designándola con el falso nombre de felicidad.1
El Élder Talmage escribió esto a principios del siglo XX, y podemos constatar que esa tendencia no ha hecho sino aumentar. Satanás ha redoblado sus esfuerzos para hacer que las personas sean miserables como él lo es.2 En la era de las comunicaciones globales, del internet y la televisión satelital, las acechanzas del enemigo encuentran medios más que eficaces para colarse cual virus patógenos en millones de hogares, y arruinar las vidas de sus habitantes, cegando su visión y vendiéndole falsas imitaciones de la felicidad. La inmoralidad sexual, la pornografía e ideas falsas sobre la familia, flotan en los medios actuales, listos para colarse en las mentes y los corazones que dejan la puerta abierta. El Élder Jeffrey R. Holland advirtió:
El peligro disponible al clic de un ratón, incluso lo que pueda ocurrir en un encuentro de una sala de conversación virtual, no hace acepción de personas, hombre o mujer, joven o anciano, casado o soltero; y sólo para asegurarse de que la tentación esté cada vez más accesible, el adversario está ocupado extendiendo su cobertura, como lo dicen en la industria, a los teléfonos celulares, los videojuegos y los reproductores MP3.3
Así como la ciencia y la medicina luchan constantemente para encontrar medios de control eficaces a los agentes causales de enfermedades, el Señor nos ha dado herramientas para discernir la verdad del error, y protegernos a nosotros y a nuestras familias de los engaños del diablo. Para controlar muchas enfermedades, a veces sólo es necesario un principio básico y sencillo como seguir normas de higiene. Millones de vidas podrían salvarse en todo el mundo solamente con garatizar el acceso al agua potable y enseñanado una práctica fundamental como lavarse las manos regularmente. Por simple que esto parezca, puede protegernos de infecciones graves. De la misma manera, principios básicos y sencillos, como la lectura diaria de las escrituras4, la oración personal y familiar5, la noche de hogar, pueden protegernos de las infecciones espirituales. Esas pequeñas cosas6 fortalecen nuestro espíritu y nuestra comunicación con el Padre, así como el dejar de hacerlas favorecen la pérdida de esa sutil comunicación y debilitan progresivamente nuestras defensas contra el mal. Satanás aprovecha esas pequeñas cosas, aparentemente inofensivas, para socavar nuestras fortalezas:
...recuerden que el único control real en la vida es el autocontrol. Ejerciten más control incluso en los momentos dudosos que afronten. Si un programa de televisión es indecente, apáguenlo; si una película es grosera, váyanse; si se está estableciendo una relación indebida, rómpanla. Muchas de estas influencias, por lo menos inicialmente, tal vez no sean malas, pero pueden nublar nuestro juicio, disminuir nuestra espiritualidad y llevarnos a algo que podría ser malo.7
El Señor ha proveído de métodos eficaces para fortalecernos y fortalecer nuestra relación con Él. Los convenios del Evangelio son esos métodos. “Para que los miembros de la Iglesia disfruten de las bendiciones de un pueblo del convenio”, dijo el Élder James E. Faust, “la Ley del Señor debe estar escrita en sus corazones. ¿Cómo pueden lograrlo cuando hay tantas influencias que indican a nuestros hijos y a nuestros nietos que lo malo es bueno y lo bueno es malo? Desearíamos que todos los padres y madres, ..., fueran mejores ejemplos en lo que concierne a guardar los mandamientos de Dios. Si el padre y la madre protegieran a su familia tanto como fuera posible, de las diversas influencias que nos acechan, sus hijos estarían mucho más a salvo.8
En la medida en que nos esforcemos por recibir los sagrados convenios del Evangelio, y honremos nuestras promesas recibiremos fortaleza espiritual, no sólo para nosotros, sino también para nuestros hijos. Descuidemos esos convenios, y lentamente dejaremos de sentir y caeremos bajo el poder del enemigo de toda rectitud. Como líderes en la Iglesia, pesamos a veces que podemos hacer para fortalecer a aquellos que se encuentran débiles y alejados. La respuesta es sencilla: debemos ayudarlos a hacer convenios y guardalos. El Presidente Gordon B. Hickley ha dicho: “Si tan sólo la gente pudiera aprender a vivir por medio de esos convenios, todo los demás se arreglaría por sí solo.9
Nuevamente, el presidente Faust: “Las ordenanzas y los convenios nos ayudan a recordar quiénes somos y nuestro deber para con Dios. Son los medios que el Señor ha proporcionado para que nos conduzcan a la vida eterna. Si los honramos, Él nos dará renovada fuerza.10
Si bien el deber de proteger a nuestras familias de los males espirituales concierne a todos sus integrantes, los poseedores del sacerdocio llevamos la responsabilidad principal, por esta autoridad que el Señor nos ha confiado. El Élde Boyd. K. Packer hizo un llamado a los padres de la Iglesia: “Ahora bien, padres, quisiera recordarles la naturaleza sagrada de su llamamiento. Se les ha dado el poder del sacerdocio directamente del Señor para proteger su hogar. Habrá ocasiones en que el único escudo que haya entre su familia y la malicia del adversario será ese poder. Ustedes recibirán dirección del Señor por medio del don del Espíritu Santo.11
A medida que, como padres en Sión, honremos nuestros convenios, llevemos adelante los principios básicos y sencillos del evangelio, estaremos creando hábitos en nuestra posteridad que fomentarán su fortaleza espiritual. “Por tanto, alzad vuestros corazones y regocijaos, y ceñid vuestros lomos y tomad sobre vosotros toda mi armadura, para que podáis resistir el día malo, después de haber hecho todo, a fin de que podáis persistir.
Seguid firmes, pues, estando ceñidos vuestros lomos con la verdad, llevando puesta la coraza de la rectitud y calzados vuestros pies con la preparación del evangelio de paz, el cual he mandado a mis ángeles que os entreguen;
tomando el escudo de la fe con el cual podréis apagar todos los dardos encendidos de los malvados y tomad el yelmo de la salvación, así como la espada de mi Espíritu, que derramaré sobre vosotros, y mi palabra que os revelaré...
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Notas:
1 James E. Talmage, “Jesús el Cristo”, pág. 262.
2 véase 2 Nefi 2:27.
3 Elder Jeffrey R. Holland, “No hay lugar para el enemigo de mi alma”, Liahona Mayo de 2010, pag. 44.
4 véase 2 Nefi 32:3
5 véase 3 Nefi 18:21.
6 véase Alma 37:6
7 Elder Jeffrey R. Holland, ibid.
8 James E. Faust, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón”, Liahona Julio de 1998, pág. 17-20.
9 Gordon B. Hinckley, “Teachings of G. B. Hinckley”, 1997, pág. 147.
10 James E. Faust, ibid.
11 Boyd K. Packer, “El poder del sacerdocio”, Liahona Mayo de 2010, págs. 6-10.
12 Doctrina y Convenios 27:15-18.

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